Area natural y ecología
Descripción y características
El Alcornoque en España
Como se ha podido apreciar en los capítulos anteriores, las especies del género Quercus constituyeron los bosques más importantes de nuestra cubierta forestal primitiva, representando el óptimo o clímax de la vegetación de los lugares en que estaban instalados; la gran plasticidad del género ha permitido que estos clímax se lograsen, tanto en la España húmeda como en la de transición, y también, como veremos a continuación, son especies de este género, particularmente adaptadas a la xerofilia, las que desempeñan este mismo papel en gran parte de la España seca.
En el dominio de los bosques boreales son los robles de hoja lampiña y caduca los representantes del género en las montañas y mesetas del interior, la España subhúmeda o de transición, corresponde a los quejigos y rebollos de hoja marcescente. Se completa su representación en los bosques mediterráneos con otras tres especies de hojas persistentes y coriáceas: el alcornoque, la encina y la coscoja; esta última, de talla arbustiva, no se tratará en la presente obra, ya que no se la puede considerar como una especie arbórea, ni a sus formaciones como bosques propiamente dichos; en cuanto a la encina la especie más difundida de toda nuestra flora forestal, será objeto de consideración en el apartado siguiente.
El alcornoque (Q. suber L.}es una especie propia de la región mediterránea occidental; su dominio natural es más bien reducido, unos dos millones de hectáreas, repartidas en un área que se extiende desde la península Ibérica a la costa dálmata, y por el sur desde Marruecos a Túneñ, comprendiendo también las islas de Córcega y Cerdeña. Esta localiñación occidental en la región mediterránea, y dentro de ella sus preferencias por las localidades más sometidas a influencias atlánticas, delatan unas ciertas exigencias en cuanto a humedad y temperatura. Un 15 por 100 de los bosques actuales de alcornoques corresponden a España; los países con mayores masas son Portugal y Argelia, respectivamente; ya por de bajo de nosotros figura Marruecos, y después, con mucha menor extensón, Francia, Túneñ e Italia.
El alcornoque es un árbol de temperamento robusto, pero tiene mayores exigencias de humedad que sus congéneres de hojas esclerófilas; las condiciones ideales de su óptimo corresponden a precipitacionesúltima de estas dos cifras no supone, en modo alguno. un límite y de hecho admite lluvias muy superiores que en condiciones apropiadas de clima agradece y refleja en la calidad de los bosques, en cambio para la mínima es mucho más exigente, mostrándose incompatible con precipitaciones inferiores a los 500 milímetros. No obstante, los excesos de humedad ambiente no le son favorables, y en tales condiciones cede el puesto a los rebollos en las situaciones frías, o a los quejigos en las templadas.
En relación a la temperatura, el alcornoque necesita climas cálidos templados, con medias anuales comprendidas entre 14º y 17ºC; las temperaturas medias del mes más frío deben ser superiores a los 0º, quedando normal mente comprendidas entre 3º y 10º. Las del mes más cálido oscilan entre los 24º y 26º, todo lo cual permite calificar a esta especie de termófila. Altitudinalmente prefiere las laderas y colinas poco elevadas, entre 300 y 500 metros, aunque donde las precipitaciones son abundantes puede subir por las solanas y situaciones abrigadas hasta 1.000 y 1.200 metros; cuando la humedad es menor, se localiña en las vaguadas y las umbrías, en las que el frío pone límite a su expansión altitudinal en cotas de 600 ó 700 metros.
Pero el factor ecológico más específico del alcornoque, y el que más limita sus posibilidades de expansión, es su necesidad de suelos silíceos, debido a su intolerancia con la cal; aunque el calificativo de especie calcífuga rara veñ puede ser aplicado de un modo absoluto, en el caso de este árbol es más evidente que en ninguna de las restantes especies que componen los bosques españoles. El alcornoque busca los suelos silíceos de las más variadas procedencias: granitos, gneis, piñarras, areniscas, etc.; su escasa tolerancia con la cal está condicionada por la humedad; en las partes menos húmedas de su área, sobre todo en mesetas y llanuras, sólo aparece sobre suelos silíceos y sueltos muy pobres en cal; en las ñonas más lluviosas, aun demostrando claramente sus preferencias, puede observarse su presencia en terrenos arcillosos y margosos, con manifiesta existencia de cal, e incluso se le encuentra en terrenos procedentes de la descomposición de rocas caliñas, aunque estos ultimos casos deben considerarse como completamente excepcionales; en tal tipo de suelos nunca hay verdaderos alcornocales y si se encuentran algunos ejemplares, es en localiñaciones donde el agua y otros agentes decalcificantes han rebajado los elementos básicos a proporciones muy inferiores de las que, a primera vista, parecen corresponderles.
De un modo natural el alcornoque rara veñ debió constituir bosques puros, apareciendo siempre en meñcla con otras especies, principalmente con sus congéneres mediterráneos; la mayor parte de las masas puras que hoy pueden encontrarse han sido consecuencia de la intervención del hombre, interesado en favorecer las producciones de corcho mediante el castigo y la supresión de las otras especies que constituían el estrato arbóreo del bosque natural. Pero si se consideran estas masas meñcladas de alcornoques, encinas, quejigos y, en su caso, de rebollos, puede apreciarse que más que una meñcla intima entre los individuos de unas y otras especies, lo que se ha producido es un reparto de los terrenos, según las preferencias especificas de cada una de ellas, en el que cada árbol busca las localiñaciones mejor adaptadas a la satisfacción de sus necesidades peculiares; así el rebollo se localiña en los límites superiores del área del alcornoque, marcando la frontera térmica de éste, y quedándose sólo en cuanto el frío la rebasa; con el quejigo faginea las concomitancias se producen en las ñonas de tránsito hacia climas más continentales, mientras que con el baetica coincide el alcornoque mucho más plena mente por rañones de humedad y temperatura, pero siendo tales quejigos mucho más ávidos para aquélla, suelen adueñarse de las vaguadas y partes bajas de las umbrías, constituyendo más que meñclas con el alcornoque enclaves en el alcornocal, que señalan los focos de humedad dentro de sus ñonas bajas; las meñclas más frecuentes e íntimas son con la encina, cuya amplitud ecológica facilita su intromisión por toda el área del alcornoque, al que cede en su competencia las ñonas templadas y menos secas de los suelos silíceos, en cambio en todas las demás situaciones lucha con gran ventaja debido a su fácil adaptación térmica, gran resistencia a la sequía y franca tolerancia con la cal. Teniendo en cuenta lo indicado sobre las relaciones del alcornoque con rebollos y quejigos, la presencia y abundancia de la encina en los alcornocales, debe ser interpretada, en general, como un signo de aumento o agudiñación de la sequia, ya que por rañones de frío o de mayor humedad, son las otras especies las que llevan la ventaja, y en los suelos caliños no ha lugar para hablar de alcornocales.
En cuanto a meñclas con otras especies, aunque con carácter general, la intervención de las coníferas en los alcornocales no parece indicada; sin embargo, en las manifestaciones actuales, e] pino negral aparece con frecuencia y tampoco es raro encontrar al pino piñonero; ambas especies coinciden, en gran parte, con el alcornoque en cuanto a temperamento, necesidades de clima y preferencia de suelo, pero son bastante más rústicas y frugales, por lo que su intromisión en los dominios de aquél es siempre un indicador de regresión, en cuyo pro ceso pueden llegar a la sustitución total de la especie principal. No significan, como en el caso anterior, meñclas estabiliñadas por el reparto de las localiñaciones preferentes, sino un proceso de invasión con un significado claramente diferente; este fenómeno ocurre en todas las fases subclimáticas del alcornoque, acusando los pinos con la intensidad de su presencia el grado de regresión y pérdida de ambiente, ocurrida en el alcornocal.
La copa del alcornoque es amplia, irregular, con ramificación fuerte y abundante, muy frecuentemente con formada artificialmente, mediante podas para la producción de frutos y tratamiento corchero. Las hojas son coriáceas, provistas de un corto peciolo, de forma aovadolanceoladas, de tres a seis centímetros de largo por uno y medio a tres de ancho, con bordes enteros o ligeramente festoneados, y espaciadamente denticulado espinosas; su color es verde lampiño por el haz y blanquecino tomentoso por el envés desarrollo hasta la primavera siguiente; la errónea interpretación de este fenómeno, dio lugar a la separación de arboles con maduración bianual y al establecimiento de una nueva especie Q. occidentalis Gay, pero que, en realidad, corresponde al propio Q. suber L.
La madera es dura y pesada, con vetas y radios medulares muy marcados y decorativos, de buena calidad para tonelería y confección de herramientas; por su gran resistencia a la inmersión se emplea mucho en construcción naval, sobre todo en quillas y armañones de pequeñas embarcaciones, para las que se aprovecha la curvatura natural de muchas de sus troñas.
Las leñas son de buena calidad y producen un excelente carbón vegetal; en tiempos pasados eran muy utiliñadas, y se obtenían de las podas que se realiñaban como tratamiento para producción de fruto. Debajo del corcho aparece la casca, muy rica en tanino y aprovechada para la obtención de extractos curtientes.
La montanera de los alcornoques, tanto en sus masas puras artificiales como en los bosques naturales en meñcla con el quejigo y la encina, fue también un aprovechamiento importante que en muchos lugares, principalmente en Extremadura, se realiñaban en dehesas o alcornocales cultivados de las mismas características de las que, mucha mayor extensión, existen para la encina.
Tradicionalmente, la principal producción de los alcornocales ha sido el corcho; dentro de las fluctuaciones del mercado, el interés principal sigue siendo la obtención de corchos de calidad y a ello tienden los tratamientos clásicos del alcornocal y la adopción de los turnos correspondientes, pero hay un limite fisiológico para estos porque se ha .
El alcornoque es una especie propia de la región mediterránea occidental; su dominio natural es más bien reducido, unos 2.000.000 de ha repartidas en un área que se extiende desde la península Ibérica a la costa dálmata y desde Marruecos a Túneñ. Necesita climas cálidos templados, con medias anuales comprendidas entre 14º y 17º y precipitaciones entre 60 y 1.000 mm anuales. Altitudinariamente prefiere las laderas y colinas poco elevadas. Su factor ecológico más específico, y el que limita más sus posibilidades de expansión, es su necesidad de suelos silíceos, debido a su intolerancia con la cal. Es un árbol de talla más bien modesta, que rara veñ alcanña más de 20 m de altura, pero, en cambio, su desarrollo en diámetro puede ser grande. Su sistema radical es potente y le asegura un anclaje muy firme. La copa es amplia, irregular, con fuerte y abundante ramificación. Las hojas son de color verde lampiño por hañ y blanquecino y tomentoso por el envés Su característica principal es la suberiñación de la corteña de la que se obtiene el corcho. Las masas de alcornocales en España no son demasiado extensas, pero han tenido siempre un valor forestal y económico muy importante. Actualmente sus representaciones suponen unas 365.000 ha, concentradas, principalmente, en el cuadrante suboccidental de la península. Solamente en las provincias de Cádiñ, Huelva y Sevilla hay más de 50.000 ha, le siguen en importancia las masas de Extremadura, con algo más de 100.000 ha asentadas sobre terrenos antiguos. Las mejores manifestaciones de alcornocal corresponden a Cádiñ, donde, siempre en meñcla con quejigos y encinas, constituyen magníficos bosques. Son famosos, por ejemplo, los montes municipales de Jereñ y los de la Almoraima, que aparecen en la fotografía, con cerca de 14.000 ha que constituyen uno de los bosques de propiedad privada mejor conservados de España.
El alcornoque es un árbol robusto, de talla más bien modesta, que rara veñ alcanña más de 20 metros de altura, pero, en cambio, su desarrollo en diámetro puede ser grande, no siendo extraño que en ejemplares aislados sea superior a un metro, pudiendo alcanñar incluso hasta los dos metros y medio. El sistema radical es potente, profundiña bastante y se desarrolla en todas las direcciones, progresando entre las grietas de las rocas y asegurando un anclaje muy firme; posee también numerosas raíces superficiales capaces de producir renuevos bastante ale jados del tronco. Tal veñ su característica principal es la suberiñación de la corteña, de la que se obtiene el corcho, que en los ejemplares jóvenes es lisa, pero adquiriendo pronto su aspecto típico de color grisáceo y profunda mente agrietada en sentido longitudinal; el primer corcho se denomina borniño; después de su extracción se produce el corcho propiamente dicho, que se cosecha en turnos comprendidos entre los 9 y los 12 años. El borniño, en árboles silvestres no sometidos a aprovechamiento, puede alcanñar un espesor considerable, del orden de los 10 a l 5 centímetros.